Capítulo 13:
En mi cabeza una ola de sensaciones y emociones. Si lo describiera gráficamente me refería a una montaña rusa. Yo, que había levantado muros y murallas, y no, no hablo de China o Berlín. Y ella, que los estaba derribando, cada uno de ellos con la facilidad de quien deshoja margaritas. Así se estaba colando en mi vida, no sabía cómo estaba sucediendo. Pero estaba ocurriendo.
Se me atravesó ahí, justo en la garganta, ahí donde tanto duele, donde tanto me dueles, Que sensación tan rara. Dime, por favor, ¿qué hago contigo? Fue lo último que logré pensar hasta que el sueño me venció.
Ya asomaba el domingo en la mañana, amanecí con su carita pegada a la mía. La miré y me dije: ¿cómo es posible que esté tan hermosa en todo momento? Sus ojitos se abrieron y una sonrisa en sus labios floreció. Un leve beso fue nuestro buen día.
Ya en la cocina nos disponíamos a tomar un poco de café cuando me dice que debía marcharse. Que tenía que hacer acto de presencia en su hogar y que su familia estaría preocupada. Asentí con la cabeza. Terminamos nuestro café cuando le dije que le llamaría un taxi para que la llevara hasta la casa. Me dijo que prefería caminar un poco, que hacía un excelente día y que quería disfrutar de él.
Nos despedimos en la puerta con un beso lleno de cariño y un abrazo con sabor a no te vayas.
-No pongas esa carita. Me dijo. No hagas puchero, no seas mala.
-Yo sé que te tienes que marchar, pero no está en mí el saberte lejos y comenzar a extrañarte.
Ella se fue, yo me quedé en casa. Me tiré en el sofá. No podía parar de pensar. Caminé un poco y asomada a la ventana de mi habitación con una taza de café en la mano y un cigarrillo en la otra. Me asechaba el embriagador olor de mismo y el maldito humo del cigarro, ahí me encontraba yo, pensando que de los vicios que tenía comenzar a extrañarle sería el más malo.
Mi día estaba transcurriendo con normalidad. Había logrado recobrar voluntades y disponerme a realizar mis tareas pertinentes. Tenía que organizar mi trabajo de la semana entrante. Preparar algunas conferencias que debía dar a los grupos con los que tenía clase. Sumergida en mi trabajo una punzada en el estómago me recordó que debía comer algo. Normalmente mi vida era así, olvidaba mis horarios de comida y después cualquier cosa me emparejaba la dieta.
Después de comer algo me metí al baño a ducharme. Debía lavar mi cabello, depilarme y hacer todas esas cosas que tan relajantes me resultaban, era como un ritual de domingo para mí. Cuando salía del baño me sentía como nueva. Me había colocado mi bata color rosa. La adoraba hacia que mi cuerpo adquiriera una temperatura agradable. Había comenzado a sentirme mejor. Mi ánimo mejoraba, ya escuchaba un poco de música y hasta desafinaba cantando.
La puerta de mi piso sonó, como si quien tocara fuese el dueño de la misma. Cuando miré por la hendija no logré ver quien era. Entre abrí la puerta y era ella. Me dijo: hola profesora, ¿puedo pasar? Abrí completamente la puerta y ella entró.
Estaba yo en bata y ella se me había quedado mirando como si nunca me hubiera visto en esas condiciones. Me repasó con la vista unas dos veces. Me miraba de arriba abajo, hasta que sus ojos se posaron en el lazo que ataba mi bata, extendió su mano y lo deshizo. Quedé casi desnuda ante ella. Sin previo aviso, sin un prólogo que advirtiera lo que iba a suceder. Se acercó a mí y rodeándome con sus brazos me dijo te extrañe. Nos besamos. ¡Que beso! Era cálido y con mucho deseo implícito. Me hizo caminar de espaldas, marcha atrás, me tumbó en el sofá. Abrió mi bata completamente y sin quitarla comenzó a besar mi cuello. Sus labios recorrían cada parte de mi piel. La besaba y la mojaba a la vez. Siguió bajando, su boca jugaba con mis senos, sus manos también lo hacían. Pasaba su lengua por mis tatuajes y me miraba a la cara. Logré verla en un intervalo que abrí los ojos. No podía creer que esa era mi realidad en ese momento. Quiero disfrutarte, me dijo, y siguió en su labor. No estaba nada mal para la poca experiencia que decía tener. Sus manos en mis caderas y su boca en mi sexo me hicieron explotar en un orgasmo húmedo que ella disfrutó a la par que yo.
Se acomodó a mi ladito del sofá y me abrazaba con ganas. Era como si se hubiera decido a demostrar el cariño que estaba experimentando. Yo también le abrazaba, me sentía feliz. Pensé que la vida me estaba premiando por fin con algo bueno. Nos quedamos así un rato más. Hasta que el último de los ladrillos que conformara mi muro cayó y con él salió, con voz entre cortada, un te quiero más.
Se le veía feliz, con ilusiones.
-Esto será difícil, mi familia se refiere de mala forma a las personas como tú. Pero por ti y por esto que siento no me importa enfrentarles. Quiero ser feliz. Y tú, aunque sea en otro cuerpo, eres lo que le había pedido a la vida. Ese deseo que tanto añoraba. Te pedía con ganas al universo.
No pude evitar que saliera una lagrima de mis ojos. ¿Era esto lo que tanto estaba esperando de la vida?
-No te pongas así, deberías estar feliz.
-Y lo estoy, no sabes cuánto, no lo imaginas. Esa lagrima es de felicidad.
Estábamos abrazándonos y hablando de cosas triviales, contando un poco de nuestras familias. Le comenté que a mi madre le agradaría conocerle. Que no le había hablado de ella por cuestión de precaución. Al fin y al cabo, no había claridad en lo que era eso que teníamos las dos. Solo sabíamos que había una conexión especial. Nos sentíamos a gusto la una con la otra. Nos deseábamos, pero no habíamos nunca tocado el tema de las formalidades. Y para mí eso no pretendía ser un problema.
- ¿Te hayas en una relación con una mujer? Cuestioné.
-No, no lo hago. Es algo que nunca me había planteado, es que de hecho nunca había sentido ningún tipo de atracción por una mujer. Esto que me sucede contigo es algo totalmente nuevo para mí, llena mi cabeza de emociones y sentimientos diferentes, que en ocasiones me gusta y en otras me asusta. Continuaba diciéndome. Pero el saber que después de un día llegar a casa y encontrarte ahí, esperando por mí, me hace muchísima ilusión. Saber que eres tu quien me abrazará, me besará, me escuchará cuando lo necesite, hace que mi vida se llene de esperanzas nuevamente.
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