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Ella

Ella pasa, y el aire calla,
susurra su nombre el alba,
como si el mundo entero temiera
romper la magia que embarga.

¿Quién es? Solo yo lo sé, mas arde
en mi pecho un fuego que quema.
Un dulce abismo, un eco suave,
su risa, un canto que me enreda.

Sus ojos son cielos oscuros,
donde naufraga mi razón;
y su voz, un hilo que anudo
a lo más hondo del corazón.

Cada palabra suya me hiere,
pero es un dolor que anhelo;
es el peso dulce que sostiene
mi vida atada a su vuelo.

Si al mirarla tiemblan mis días,
si al rozarla muere mi ser,
que mi alma entera se parta,
pero no deje de suceder.

Porque amarla es morir despierto,
y en su sombra querer perderme.
Ella, luz y sueño, en silencio,
me condena, y quiero quererle.

      May Hernández.

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